20060210

Comemoración Dia de la Juventud

El Presidium del Acto, lleva la palabra el Dr. José Pascual Mora García, Presidente de la Sociedad Bolivariana y de la Academia de Historia del TáchiraAsistentes al Acto
Condecoración "Honor al Mérito Bolivariano"
El Prof. Marcos González, hace una remebranza al cumplirse un año de la muerte del Dr. Domingo Labarca, quien fuera Consocio de la Sociedad Bolivariana
Toma de Juramento a tres nuevos miembros
Reconocimiento a la Estudiantina de la ULA Táchira
Prof. Domingo Moret, Director de la Estudiantina de la ULA Táchira
La Estudiantina de la ULA Táchira en plena intervención musical
La excelente cantante de la Estudiantina de la ULA Táchira


Discurso de orden: Doctor Leonardo Salcedo

El signo constante y repetido de la memoria histórica venezolana es el olvido.
Tan así, que como en prevención, José Oviedo y Baños al prolongar su “Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela”, escribía que el propósito era el de “rescatar de las cenizas del olvido” los nombres de quienes habían llegado primero a la región, las aventuras de los primeros pobladores del país.
Con toda razón asentaba Oviedo que si alguien no los escribía, la desmemoria borraría para siempre nombres y anécdotas. “Apenas conserva la región -indica el cronista- tradición de algunas confusas noticias de las acciones ilustres de sus conquistadores, por no haber curiosidad que se haya dedicado a escribirlas”. Oviedo hizo algo más que describir la historia de la provincia de Venezuela: su libro fusionaba recuerdo y poesía, anécdotas y belleza. La imaginación, la “loca de la casa” estaba presente en muchas de aquellas páginas. Fabulosos parecían los relatos que describían Felipe von Hutten, “al mando de treinta hombres, había vencido a los quince mil guerreros Omeguas que custodiaban los infinitos tesoros de El Dorado”. Fabulosa era también la conclusión de la aventura hacia ese vellocino perseguido por este Jasón y sus argonautas en los horizontes del trópico febril y obsesivo. Dio a entender que el encuentro solitario de Hutten con la “ciudad de oro” había sido un maravilloso y agónico delirio; real, sin embargo, para quien lo había soñado. El libro de Oviedo y Baños daba fe de la certeza de Hutten en su propia visión. Hutten cree en lo que ha visto y Oviedo cree en Hutten.

Lo que Oviedo contaba era una verdad en segundo grado, asentada sobre verdades escritas mucho antes por los cronistas.
En las Crónicas estaba la versión primera de la tierra venezolana.
Ellas contaban del porqué del primer nombre de la región: “Tierra de Gracia”, confusión de Cristóbal Colón, quien identificó las caudalosas aguas del Orinoco con las de aquella “fuente de la vida”, alimentada por cuatro grandes ríos, y situada en el centro del paraíso terrenal. Las Crónicas hablaban de las primeras remembranzas sugeridas por ¡as cosas y por las costumbres:
Alonso de Ojeda y Américo Vespuccio, en los palafitos del Lago de Maracaibo habían imaginado una pequeña y caricatural Venecia. Las Crónicas mencionaban por vez primera al petróleo venezolano -stercus demonis- enviado a España para curar las dolencias de gota de Carlos V. Las crónicas enarbolaban las fantasías con que se recubría una realidad inimaginable que los testigos debían transmitir a otros, los ausentes. Con Juan de Castellanos, con fray Pedro Simón, con fray Pedro de Aguado, con Fernández de Oviedo, Venezuela iba haciéndose forma del asombro humano. Había ilusión y había fantasía en las primeras descripciones de nuestra tierra: ella era el paraíso reencontrado, la tierra del oro y de ¡as perlas... Esos prodigios, sin embargo, coincidían con relatos que mostraban, también, un rostro muy diferente. Las Crónicas describían, por ejemplo, los inacabables horrores vividos por los expedicionarios que partían a la búsqueda de El Dorado: regiones insalubres, indios hostiles y hambre; hambre inmensa, obsesiva; hambre que lleva a los viajeros a comer el cuero de sus correajes, a descuartizar y devorar indios. Las crónicas dibujaban también el cruel anverso de la moneda utópica: el rostro infernal del Edén.
Esa amnesia colectiva del pasado se acentúa por el oficio de interesados en recortar de nuestra vida sucesos de gran significación, como el silencioso y genuino heroísmo de los pueblos en la diaria grandeza de la sencillez, en la magnífica simpleza del latido.
5e pone delante de nuestro entendimiento acontecimientos de grande envergadura que por tal magnitud deslíen el color de lo cotidiano. Con las voces agudas de los pífanos se relatan los sucesos. Así, en tono épico, Eduardo Blanco en “Venezuela Heroica” se refiere al año 1814: “He aquí el año terrible!. El año de la sangre y de las pruebas, en cuyo pórtico aparece escrito por la espada de Boyes, el “Lasciate ogni speranza” para los republicanos de Venezuela . El bardo memora las palabras que Dante pone a la entrada al Infierno: “Dejad aquí toda esperanza”.
Los hechos de la batalla de Lo Victoria se dictan, sin mayor relieve así: Fue la acción dada en la población de ese nombre el 12 de febrero de 1814. Los patriotas al mando del general José Félix Ribas rechazaron y derrotaron a los realistas del coronel Francisco Tomás Morales.
A principios de febrero de ese año, un cuerpo español mandado por Morales, segundo de José Tomás Boyes se acerca a La Victoria para cortar las comunicaciones entre Valencia, donde está Simón Bolívar, y Caracas, donde se halla José Félix Ribas.
Éste sale de la capital y marcha a La Victoria, a donde llega el 10; ha reforzado su ejército con un grupo de estudiantes de la Universidad y del Seminario.
Volvemos a Eduardo Blanco: “En tres años de lucha Caracas había ofrecido toda la sangre de sus hijos al insaciable vampiro de la guerra; hallábase extenuada, sin hombres para preparar la defensa de su invadido territorio, y el reclamo de la patria en peligro, sólo había podido ofrecerle sus más caras esperanzas: los alumnos de su universidad.
“Allí se buscaron los nuevos combatientes que exhibe la República en aquellos días de cruentos sacrificios: una generación de adolescentes que abandona las clases y el Nebrija para tomar el fusil”.
Luego escribe: “Todos marchan contentos; diríase que están de fiesta. ¡Pobres niños. Ligero bozo sombrea apenas sus labios; apenas sienten correr por sus venas la sangre ardiente y generosa de sus padres y ya van a derramarla: la Patria la reclama.
“Libertad!, Libertad! Cuánta sangre y cuántas lágrimas se han vertido por tu causa. Y todavía existen los tiranos en el mundo”.
Morales ataca con 2500 hombres de caballería, 900 de infantería y algunos cañones. Ribas había reunido un puñado de jóvenes inexpertos en el uso del fusil, armados más que todo con el coraje que inspira la defensa de la patria, con ellos más los soldados dispone de unos 1500 efectivos en total y 5 piezas de artillería.

Se traba en rudo combate desde los primeros rayos solares hasta que el brillante disco hunde sus garfas en el Poniente. Lo caballería realista realiza nueve violentas embestidos, cada una de los cuales es rechazada, con grandes pérdidas en ambos bandos. En el fragor de la batalla, algunos historiadores atribuyen o José Félix Ribas su famosa arenga “No podemos optar entre vencer o morir, es necesario vencer”.
Al fin de la tarde, un cuerpo de caballería de aproximadamente 220 soldados procedente de San Mateo, al mando del teniente coronel Vicente Campo Elías, acude en socorro de La Victoria y rompe el cerco realista. Morales y los suyos se retiran, perseguidos por los jinetes republicanos. Unos cien patriotas murieron, entre ellos el Coronel Rivas Dávila. A consecuencia de esto batalla fracasa el intento realista de cortar las comunicaciones entre Caracas y Valencia.
La presencia de los jóvenes estudiantes en las filas de Ribas de quien se dice que en esa batalla actuó “airado e impotente como el ángel terrible de Exequias” ha dado motivo para que el 12 de febrero sea conmemorado oficialmente como Día de la Juventud. Así lo decretó el 10 de Febrero de 1947 la Asamblea Constituyente “en reconocimiento a los servicios hechos a la República por los jóvenes
Como dato curioso, al día siguiente de la batalla, como estímulo a esa juventud que se inmoló en La Victoria; el Libertador otorgó al hijo de José Félix Ribas, de apenas 3 años de edad el título de “Capitán vivo y efectivo de Infantería de línea, con el goce de sueldo de tal desde hoy y con la antigüedad del día en que empezare a hacer al servicio”. No olvidemos que José Félix Ribas se casó con Josefa Palacios, tía de Simón Bolívar. Después de la Batalla de Urica (Diciembre de 1814), donde murió Boves, resistió en Maturín junto con Bermúdez los ataques de Morales, a pesar de que antes los patriotas, después de la derrota de Bolívar en la Puerta, acusaron a Bolívar de todas sus desgracias. Fueron derrotados. Huyó con un sobrino y un criado pero fue delatado por un esclavo, Concepción González. Fue capturado y su cabeza f rita en aceite, fue enviada a Caracas y exhibida en una jaula.
No recuerdo quién dijo que ser joven es no tener compromiso con el pasado. Pero sí, agregó, tener profundas raíces en el ayer, recobrando en ese ahondar la fortaleza de la memoria para que se despejen los caminos, se haga claridad en el hacer y en el quehacer y lleguemos a comprender la verdadera sustancia del
ser nacional sin adulterar los hechos, sin exagerar los acontecimientos o hacer superlativo lo ocurrido en la disparatada intención de alejar a un frío Olimpo imposible, lo que tiene y debe ser lección de limpia humanidad, de manera de obtener lo sustantivo de la historia, para así sortear dignamente las torceduras, los errores, los pecados, los vicios de generaciones anteriores, dándonos la libertad de tener éxito o fracasar, de acertar o errar, por nosotros mismos.
La propaganda que ciega la razón afirma en cada esquina del tiempo: “el mundo está en as manos juveniles”; también: “juventud es el futuro del país”. La cruda

realidad de millones de jóvenes en el país y el mundo muestra que en esta sociedad el futuro es convertirse en esclavos asalariados o desempleados.
Una de las máximas del capitalismo para la juventud es “el que trabaja todo lo obtiene”, a pesar de esto y su discurso de bienestar, seguridad y democracia, el sistema capitalista afila sus dientes saboreando más riqueza con el trabajo de millones de jóvenes mientras dejan la vida en sus empresas.
Lo que intenta esta propaganda es que no se luche por un mejor futuro y anestesiar ese brío, ese coraje, para convertir esa inmensa generosa legión en seres pasivos, silenciosos, adocenados. Pero la juventud, como la de hace 192 años en La Victoria que evocamos, da grandes ejemplos de combatividad y lucha. Como en todas las jornadas revolucionarias, en donde ha encendido la llamara inextinguible de su fe y han llevado la antorcha alumbrando esplendorosamente la esperanza del pueblo.
A pesar de los contrastes, de los duros reveses, la juventud es el vivo presente que cuece en su vigorosa vibración lo victoria, los victorias del mañana.
En el conflicto más social que político, más moral que político, más cultural que político, que a mi entender vive el país; es la juventud lo llamada a la búsqueda del entendimiento, de la comprensión, de la paz. Para nosotros los adultos, posiblemente ya nos sea muy difícil cambiar de idea, de concepto, de conducta.
Jóvenes: Necesario es que no mueran. Necesario es que nos venzan y nos obliguen a capitular nuestros odios, nuestros rencores, nuestra falta de valores.
ADELANTE. HAGAN PATRIA.



José Félix Ribas en el Táchira

Dr. José Pascual Mora-García
Presidente de la Sociedad Bolivariana del Táchira
y de la Academia de Historia del Táchira

El gran patriota José Félix Ribas estuvo en territorio tachirense a comienzos de 1813. En la Campaña Admirable, el 16 de abril pasó por San Cristóbal rumbo a La Grita, formando parte del contingente de retaguardia del Libertador. Don Aurelio Ferrero Tamayo en su trabajo sobre El Libertador en San Cristóbal nos señala que en el año 1813, "en el camino de Táriba a Cordero, encontraron, él, sus oficiales y la misma tropa, refugio y agasajo en la casa, que aún existe de la hacienda Llanitos, propiedad del patriota trujillano don Manuel Briceño. Allí estuvieron también, según documentos fehacientes José Félix Ribas, Pero Briceño Méndez, Urdaneta, y los ilustres granadinos José María Ortega, los Ricaurte, los París, Maza y Atanasio Girardot, que se convirtieron en tierras de Venezuela." (Ferrero, A. 1986:6) También don Nerio Leal Chacón nos describe el itinerario de José Félix Ribas en su paso por San Cristóbal: "Al penetrar Bolívar de San Antonio, pasa por las tierras de Rancherías, allí se detiene en Capacho y continúa hacia Zorca y Providencia penetrando el 16 de abril de 1813 a las 5 de la tarde cerca de donde nosotros nos encontramos (…) desde la Plaza San Miguel sube al costado izquierdo por la llamada Cuesta de Filisco o la llamada Cuesta de los Locos que hoy no está asfaltada sino empedrada, llega hasta la llamada Plaza Urdaneta, allí se detiene todo su ejército para prepararlo y es recibido por la familia Briceño, no existía la catedral, existía una iglesia allí, el Edificio Nacional no existía, ni la Plaza Juan Maldonado." (Leal, N. 1986:16) En La Grita fue testigo del enfrentamiento verbal entre Santander y Bolívar, cuando pretendió desconocer su mando. En el himno del Estado Trujillo, me recordaba nuestro amigo Carvajal Mantilla, que a José Félix Ribas se le inmortalizó en una de sus estrofas al recordar la Batalla de Niquitao, en efecto dice el himno: "En la historia Santa Ana es amor y Niquitao valor." El triunfó en Niquitao, cuna del insigne maestro Mons. Jesús Manuel Jáuregui Moreno, fue contra el español José Martí, el 2 de julio de 1813; y contra Francisco Oberto el 11 de julio en Los Horcones. Concluida la campaña, Bolívar lo nombró gobernador militar de la ciudad de Caracas y comandante de la provincia de Caracas. El 13 de septiembre de 1813 arribó frente a La Guaira una expedición integrada por el regimiento de infantería de Granada, cuyo jefe era el coronel Miguel Salomón, procedente de España. Con anticipación había tenido Ribas conocimiento de su llegada, lo cual le brindó la oportunidad para tratar de capturarlo. Se trasladó al puerto e hizo los arreglos para hacer creer a Salomón que todo estaba controlado por los realistas; Ribas fingió ser uno de ellos. La operación fracasó por un incidente que se presentó en momentos cuando las tropas del Granada se disponían a desembarcar, y los buques españoles con las tropas se trasladaron a Puerto Cabello dominado entonces por los realistas. El 5 de octubre del mismo año, Ribas fue ascendido a mariscal de campo y días más tarde, merced al decreto de Bolívar sobre uniformes, divisas y graduaciones (17 octubre), cambió este título por el de general de división, su equivalente. Durante los días 23, 24 y 25 de noviembre de 1813 combatió con éxito en la batalla de Vigirima contra el regimiento de Granada, al cual obligó a replegarse a Puerto Cabello. De Vigirima se trasladó Ribas a Valencia y de allí a la línea del sitio de Puerto Cabello, donde tomó el mando de las fuerzas sitiadoras y con ellas tomó por asalto al pueblo exterior y los fuertes de Trincherón y San Luis. Aun cuando no pudo tomar el castillo de San Felipe, su acción contribuyó al estrechamiento del sitio que, con anterioridad, dirigía el coronel Luciano D'Elhuyar. En diciembre de 1813 recibió la Orden de los Libertadores, de reciente creación por Bolívar. Después de haber vencido a Vicente Campo Elías en La Puerta (3.2.1814), José Tomás Boves, organizó 3 columnas; una (Francisco Rosete) marchó a Caracas por los valles del Tuy; otra (Francisco Tomás Morales), por La Victoria se dirigió hacia Caracas; la tercera quedó en Villa de Cura como reserva. De Caracas se dirigió Ribas a La Victoria donde derrotó a Morales el 12 de febrero de 1814. Esta gesta de La Victoria es conocida por su heroicidad, pues combatió las tropas de Morales con un contingente de jóvenes imberbes que estudiaban en el Seminario y Universidad de Caracas. Hizo valer la riqueza y fortaleza de la juventud venezolana, y nos enseñó como diría el poeta Alfonso de Lamartine que "allí donde está el corazón de la juventud, allí está el espíritu del porvenir."

Tomado de Diario Católico del 12/02/06